Gritaré para que vuelvas

Conversando con una hermosa chica, recordé este fragmento de uno de mis libros favoritos. Recordé también que es muy cierto, que lo he experimentado varias veces este año, y que acompañado de esta canción tan significativa para mi, es aún más poderoso el sentimiento.
No sé ... han sido raras nuestras noches.


A veces pasaba un día entero sin pensar en él ni echarlo de menos. [...] Pero a veces llegaba un día, un día gris (o soleado) en que lo echaba de menos con tal intensidad que se sentía vacía, dejaba de ser mujer para convertirse en un árbol hueco y atenazado por el frío de noviembre. Así se sentía en aquel instante, con ganas de gritar su nombre para traerlo a casa, y su corazón se encogió ante la perspectiva de los años que tenía por delante, y se dijo que el amor no merecía la pena si el precio era sentirse así, aunque sólo fuera durante diez segundos.
Stephen King
La historia de Lisey

Pérdidas y ganancias.

Ella se marcha, aún no sabe qué día pero se irá esta semana.

La mayoría de nosotros, ante la noticia, reaccionó de la forma esperada: con una rotunda negativa. Yo prometí no detenerla ni con mis argumentos, y no lo he hecho. Eso pareció sorprenderla aún más, pues en vez de desmotivarla le ayudo a empacar y a redactar las reglamentarias cartas de despedida a su familia.

A ella la conozco desde hace catorce años, cuando el mundo eran sólo caricaturas, vacaciones demasiado cortas y días larguísimos. Cuando a ninguna le había crecido la cadera y no sabíamos lo que era un novio. Tiempos raros y confusos, bromas, alegrías y tristezas. Toda una puñetera vida a su lado.

Ella se va y yo me quedo con las cosas que no puede llevarse (para mandárselas vía Estafeta en cuanto tenga domicilio fijo). Se muere de miedo aunque está emocionada, mientras yo me debato entre la tristeza y las ganas de irme con ella.

Las cosas ya eran bastantes confusas en mi mente antes de saber sobre la fuga …

Hace unos días tuve un sueño horrendo en el que veía a mi ex tremendamente golpeado, pero andando como si nada e hinchándose su rostro conforme avanzaba. Perturbador, dado que la despedida fue un poco dramática.

No sé si la forma en la que estoy actuando sea la adecuada; no sé si deba alejarme de él o seguir a su lado cual si todo fuera lo mismo. No sé si debiera ser la primera en decirle a ella que no se vaya, pero sé que si me mantuviera a “raya” estaría más ansiosa, y de actuar indiferente sí que me arrepentiría.

Perdí una pareja (linda en realidad), me alejo de una gran amiga (la más extraña y cercana que he tenido), pero gano experiencias que contar cuando sea mayor, unas orejeras y unos pantalones que ella abandona porque le quedan grandes; conservo un muñeco en forma de cebra rosa, un ángel al cuello y unas semillas que fungen como juguete, cientos de besos dulcísimos y varias noches en vela. Vagos recuerdos de una adolescencia compartida con una chica genial y lejana; memorias frescas de un amor que fue intenso y duró poco.

He ganado un amigo que antes no hice por distracción, y pierdo la cercanía de un hombro en el cual llorar, una risa que no escucharé tan pronto y la plática amena de alguien que estuvo a mi lado hasta en los momentos más crudos, quien ahora traza su propia aventura guiada por una decisión precipitada, sueños de libertad y un amor que le ha hecho daño, pero que le abre la puerta a la posibilidad de luchar por ella misma.

En su lugar yo haría lo mismo, así que pienso soportar lo que venga por ser su cómplice y aliada, deseándole la mejor de las fortunas y anhelando que el sacrificio merezca la pena.

Placer extraño

Dividida me siento, ahogándome en el deseo de tus manos desnudando mi esencia, deseando que tus suspiros se mantengan flotando en mi cabeza. ¿Por qué me cuesta tanto recordar tu voz? Será que pruebo tus besos en los labios de otro, haciendo con su cuerpo lo que anhelo hacer en el tuyo. Me confundo.

Entro y salgo de su vida como si no valiera nada, voy y vengo de la tuya huyendo de mis fantasmas. Estúpido miedo que me ata las manos, que me absorbe, me mata, me niega aquello que tanto quiero y me hace volver siempre al mismo sitio.

Quizá sólo tenga que hacer las preguntas correctas … ¿responderás lo que yo deseo escuchar? Me intriga.

Caigo nuevamente y me pierdo en el silencio de mis sábanas, solas y vacías sin tu cuerpo.

Una llamada lacerante, tus ojos que atraviesan mi mirada, lo amargo de tu ser en mis entrañas, y esta sed que no termina, que me acaba, me enloquece, me levanta.


Estoy muriendo de amor, y está bien.