¿Dónde?

No es casualidad que la noche se tiña de rojo, ni que los recuerdos vaguen sin sentido por la ciudad; que las horas pasen severamente lentas, mientras los días desvanecen fulminantes, perdidos entre cascos rotos de incoherentes mensajes lanzados al mar.

No, no creo que sea casual.

Tu mano rozó la mía y el mundo se colapsó. ¿Qué pasará si me aventuro un poco más?
Tal vez pereceríamos. Tal vez renaceríamos. Tal vez no deba actuar.

Trazando nuevos surcos en el pavimento, caminé con furia de vuelta a casa y me topé con las sombras del terror, los fantasmas del pasado y de un amor que no fue. No hice ademán de alejarlos, es más, los invité a quedarse, a intoxicarme con su manto, a envolverme con su niebla plagada de incertidumbre y a guiarme de ese modo, perdiendo un poco la consciencia y arrastrando mis pies.

¿Qué crees que me contaron? Entre versos de muerte y vivencias de la locura en carne, me enteré de sus brillantes intenciones. No, tal vez no sean tan buenas, pero ahí se encuentran y también te conocen, me susurran tu nombre para torturarme y luego guiñan un ojo con indiferencia. Creen que sé más de lo que aparento, pretenden arrancarme confesión, pero no entienden que el silencio es mi única salida, que sólo tú sabes lo que ha nadie le diré.

No, no es casualidad. Seguramente me tenían vigilada.

Santa Semana

¿Cuántas veces habías soñado con sentir lo que sentiste en esos momentos?
Nos faltaron los cigarros, la lluvia, la media noche... pero en cambio tuve tus ojos, su brillo, tu luz, nuestro sudor.
La vida se volvió perfecta, los sueños dejaron de vivir sólo en mi mente, y cada paso se ha marcado por el recuerdo de los tuyos.
Sentí tu corazón latiendo junto al mío, y mis labios recorriendo el laberinto de tu boca. Bebí de ti, y te miré como siempre desee que mis ojos te contaran lo que sentía; ¿lo entendiste? yo creo que si.