Quejas y sugerencias

Pienso en tí y tengo frío, porque me hace falta ese abrazo sanador que ahuyenta al gélido clamor de mis deseos.
Pienso en tí, y me da la impresión de que eres sueño, de que jamás podré alcanzarte, de que en realidad no existes más que en el cursi rincón de mis anhelos.
A veces me da por dejar de buscarte, por pedir a gritos no volver a enamorarme, por no sentir de nuevo la punzante calamidad de lo incierto, de la añoranza, del terrible sollozo que se convierte en aguacero, del poema que empieza con Esperanza, y termina en Desconsuelo.
Cuando creo que al fin me he librado de tí, o que tú de mí ya no te acuerdas, vuelves a golpearme con ese cálido puño que entorpece los sentidos; me cambias el panorama de impávido desierto a mar enfurecido, me enloqueces, me diriges al abismo y yo salto cual suicida, para percatarme antes de estrellarme que me arrojé sin paracaídas.

¿Por qué no llegas cuando me encuentro en calma? Siempre has de empujar la puerta cuando estoy a punto de cerrarla.