La agonía de la espera

 Me repito que no debo pensar en ello, sólo dejar que suceda (si es que en realidad está ocurriendo), y si el resultado es el esperado, todo será celebración y alegría. Si no sucede, la decepción no será tan grande, y podemos seguir intentando. Pero han pasado tres días, y esos tres días se sienten como semanas. Mis intentos por mantener la mente ocupada se ven opacados cada vez que la urgencia me llama, y suspiro en espera de aquella señal que marque la inminencia de un comienzo o de un "siga participando".

Me invaden las preguntas que no quiero contestar. ¿Está vez habremos acertado? ¿Cuánto tiempo es necesario para esperar una respuesta sólida? ¿Qué se sentirá?

Pienso que no debo estresarme porque eso puede ser el motivo del atraso, pero no puedo mantener la calma ante tal expectativa.

Esta sensación aplica para múltiples situaciones en la vida, como esperar un mensaje de la persona que te gusta, las mariposas en el estómago en su primera cita (o la adrenalina de ir corriendo a su encuentro porque se te hizo tarde). El resultado de un examen médico que puede definir el resto de tu futuro próximo. Esperar la llamada de aquel trabajo que tanto te emociona conseguir y ha tardado más de lo debido. La sala de espera del hospital mientras tu padre está siendo atendido en urgencias. Los breves minutos en que la prueba te indicará si estás o no enfermo mientras te lloran los ojos, y que tuviste que repetir más de tres veces en un año (dos si fueron positivas). La espera, la maldita espera. ¿Cómo hacer que se vaya más rápido si tienes todo el tiempo del mundo ante tus ojos?

No tengo respuesta todavía, sólo una maldita esperanza a la que trato de ignorar con insistencia, cuando me susurra que tal vez, sólo tal vez...

Reviviendo a Aria

 Ya no podía seguir durmiendo. Empecé a escribir a las 6:59 am del domingo 19 de marzo. Llevaba un tiempo con el deseo de volver a escribir, pero no sabía exactamente dónde (es decir, públicamente). Hasta que anoche se lo comenté a mi esposo, y como el oráculo me dio una revelación: Las personas aún usan blogs.

Supongo que no lo sabía porque hace mucho que dejé de leerlos, ahora me dedico a escuchar podcast (uno de los temas que quiero tocar), pero me provocó una enorme alegría retomar el mío, y gran nostalgia por la chica que escribía aquí hace más de 10 años. Obviamente ya no somos la misma persona (no exactamente), y me parece curioso haber encontrado una entrada en borrador que fue uno de los muchos intentos por revivir este blog. ¿De qué iba? De que cumplía 30 y parecía un excelente momento para volver a escribir (spoiler alert: No lo era). Pienso que en gran medida se debió a que me encontraba en un trabajo que me drenaba la energía y la creatividad.

También recuerdo que durante la pandemia quise volverlo a intentar, pero estaba totalmente bloqueada. Tal vez más adelante cuente mi experiencia, pero no esperes, oh querido lector que aún no conozco, la tragedia más espeluznante o la lección mas emotiva. Para mí fue un momento de grandes cambios que me dieron nueva vida (por ejemplo: me casé con un hombre maravilloso que en este momento ronca a mi lado, y actualmente soy diseñadora freelance).

Cerraré esta publicación diciendo que me encanta la sensación de subir algo nuevo. No va con la intención de atraer a muchas personas o volverme algo así como una "influencer", sólo tiene por objetivo desempolvar las manos y el cerebro para volver a una de mis muchas pasiones.

Hasta pronto.