Inconclusa despedida

Porque me ha quedado la costumbre de contarte de mis días, de narrarte mi pasado e inventarte algunos cuentos, sigo en busca de una nota no trazada por los años, que pretenda hacerme eco para no ser desechada; frágil, tenue, vacilante.

No me explico de qué forma terminé en tu cama, pero ahí nos tenías en espera de no esperar nada, de flotar en ese sueño que se llamaba tu cuerpo, pensando que la imaginación y los deseos no eran buenos inventores, la realidad era mejor, y tenía muy buen sabor.

Hace unas horas se deshizo el te amo que pretendía ir a tus oídos. Lo borraron el tiempo, las ganas, mi garganta anudada, el áspero sabor de tu cuello en mi saliva, y tantas cosas que le han perdido el respeto a la memoria; las tardes lluviosas en la curva de tu canto, y mi platónico desamor a tu persona.

Un absurdo sería el tratar de entenderte, imposible, quizá, la tarea de borrarte. Dolor, tristeza, pura melancolía. Noches en vela, solitarias, castigadas de sonido alguno, muertas o malheridas.

No me tomes de a loca si un día te abrazo, y si al siguiente hago como que no te conozco, que tu mirada no me puede, que jamás besé tus labios. De eso puedo dudar, fingir o manejarme por la ironía, pero si vuelves a susurrar que aún te pienso, que no te puedo olvidar, que volveré a soñarte aunque no deba, entonces … entonces no podré mentir.

Te soñé hace algunas noches, ahora lo afirmo.

¿Satisfecho?
Deja de burlarte.