La respuesta es simple

La boa sonrió maliciosa y dijo:

- Mujer, si en verdad quieres salvar a tu pequeño, tendrás que darme a cambio algo mucho más suculento que él.

La mujer, horrorizada, veía desfallecer a su hijito ante el abrazo fatal de la siseante glotona.

- ¿Qué se te apetece? - tartamudeó, con un ademán de servicio que la boa sintió como un insulto.

- Si no tienes ni un poco de imaginación, será mejor que te vayas despidiendo de este niño.

La madre, desesperada, salió corriendo en busca de algo que poder ofrecerle, pero los hermosos frutos que brindaba la selva no le parecían suficientes, quería algo más grande, algo que pudiera, de algún modo, suplantar a su pequeño.

Cuando estaba a punto de rendirse escuchó el suave lamento de una criatura, y al seguir aquel sonido, encontró entre la maleza a un cachorro perdido. Sin pensarlo, lo tomó entre sus brazos y corrió tan rápido como pudo para entregárselo a la boa, pero al llegar a su recinto descubrió con horror que ya había engullido al infante. Devastada, soltó al cachorro y se arrodilló llorando.

La boa, con el dulce sabor del pequeño en los labios, miró a la mujer y con desprecio le dijo:

- No fuiste capaz de sacrificarte por tu propio hijo, pero vienes a ofrecerme al bebé de otra madre. Si piensas que he sido muy mala, júzgate primero. ¿Qué acaso no era simple la respuesta?

Érase una vez...

Todo comenzó con una simple pregunta que aún sigue en el aire. ¿Será que no hay respuesta para este corazón sangrante?

He de encontrarte, lo sé, en cada cara conocida, en cada paso de mi vida, en cada palpitar de mi agonía, la misma que provoca tu ausencia prolongada y después, tu aparición repentina.

No sé que pretendo al escribirte ahora; quisiera que supieras que en mi zozobra tuve la certeza de que no existías, de que si iba a tu casa sólo encontraría escombros, vacío. Estaba convencida de que todo lo que vivimos fue sólo un cuento, y temía despertar un día en un acolchado cuarto de manicomio, atada de pies y manos para no arañarme la cara.

¿Por qué me cuesta tanto olvidarte? Es como una maldición, un error que estoy condenada a repetir hasta que me muera (y quizá más allá). Estoy pagando los pecados de mi alma reencarnada, tal vez porque fui muy mezquina, o porque en otra vida juré jamás amar a nadie, y ahora, pago esta obsesión con mi alma.

Ahora mismo me desvelo pensando en tí, empeñada en desahogar lo que despertaste a tu último llamado, y empeñándome a la vez en no volver a lo de antes.

Yo no

Yo no te dije que era un ángel, ni que había sido enviada para sacarte del agujero donde tan felizmente te estabas enterrando.
Yo no te prometí que el lugar que ocupaste iba a estar siempre vacío, menos aún si tú no me buscabas.
Yo no te dije que tus defectos o tus vicios no me importaban. Te di una segunda oportunidad y la desaprovechaste.
Yo no te juré que lo nuestro iba a durar para siempre. Igual que tú, hice la promesa de que mientras durara te daría todo de mí, y tenía la esperanza de que durara muchos años.
Yo no me alejé de tí pidiendo que guardaras con recelo el sitio que ocupé en tu vida. Estoy viviendo el presente y tomando las opciones que la vida me ha dado, tal como tú me enseñaste.
No me obligues a decir que eres igual al resto, en el fondo yo sé que no es cierto.
No me orilles a arrepentirme de haberte amado dos veces y perdido, hasta ahora, puedo hablar muy bien de lo que diste.
Si tú así lo decides puedo ser la bruja de tu historia, y no te engañes, a pesar de todo sigo siendo humana.


Por cierto, aunque borraste la entrada de tu blog, me llegó por correo. Lástima.