Érase una vez...

Todo comenzó con una simple pregunta que aún sigue en el aire. ¿Será que no hay respuesta para este corazón sangrante?

He de encontrarte, lo sé, en cada cara conocida, en cada paso de mi vida, en cada palpitar de mi agonía, la misma que provoca tu ausencia prolongada y después, tu aparición repentina.

No sé que pretendo al escribirte ahora; quisiera que supieras que en mi zozobra tuve la certeza de que no existías, de que si iba a tu casa sólo encontraría escombros, vacío. Estaba convencida de que todo lo que vivimos fue sólo un cuento, y temía despertar un día en un acolchado cuarto de manicomio, atada de pies y manos para no arañarme la cara.

¿Por qué me cuesta tanto olvidarte? Es como una maldición, un error que estoy condenada a repetir hasta que me muera (y quizá más allá). Estoy pagando los pecados de mi alma reencarnada, tal vez porque fui muy mezquina, o porque en otra vida juré jamás amar a nadie, y ahora, pago esta obsesión con mi alma.

Ahora mismo me desvelo pensando en tí, empeñada en desahogar lo que despertaste a tu último llamado, y empeñándome a la vez en no volver a lo de antes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario