Sobre las hojas

Hay cosas que jamás olvidaremos, cicatrices oscuras y penetrantes que desequilibran la razón y nos envían directo a la penumbra, a nuestro infierno personal, al cementerio de los sueños rotos.
¿Qué se puede decir de un amor que no se agota? ¿Y qué de un dolor que no termina?
Esta noche escribo por mi, pero también por quienes se han visto merodeados por la desesperación últimamente, por esas tristezas añejas que siempre dolerán, huellas imperfectas de un pasado gris que no desaparecerá, que llevaremos a cuestas porque no sabemos cómo desprendernos de ellas.
Estamos rodeados de cuentos con final feliz, de historias imposibles que más de una vez nos han hecho preguntar "¿por qué a mi no?". Al menos yo, confieso que tengo la cabeza llena de ideales, fantasías y momentos que debieran terminar con un "Y vivieron felices para siempre ..." los cuales, con el tiempo, he descubierto que no necesariamente terminan así.
Ya no hablemos de príncipes azules, de superhéroes o de magia; hablemos de un buen compañero (o compañeros), de personas a las cuales admirar, de momentos cargados de misterio y pasión.

Aún existen, ¿verdad?
Esta noche la Luna está llena, custodiada por un viento helado y un manto de estrellas congeladas. Una noche perfecta para guarecerme entre tus brazos, mirar al infinito y borrar mis penas. Perfecta sería, claro, si pudiera acurrucarme en tu hombro desnudo, mecerme con tu respiración acompasada, entrelazar nuestros pies y tomar tus dedos entre mis manos frías.
Aún más perfecta si supiera exactamente que tú deseas lo mismo, que no son charadas que tu ser me necesita, que al amanecer me habré olvidado de los cuentos, y estaré viviendo mi propia historia soñada ...
Pero el amanecer ya está muy cerca, y embriagada de nostalgias, sola y desesperada es como me encuentro; pensando que es injusto amarte, por el dolor que eso provoca.

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