Obsesión


Casi no duermo desde el día en que te conocí, y si duermo, sueño que te encuentro en un desierto, donde eres el oasis que hidrataría a mi seco corazón. Pero, despectivo y silencioso te alejas de mí, mientras el sol abrasador me convierte en un bulto más de arena dorada.

En la vigilia, recorren mi piel tus besos muertos y el escalofrío de tu cuerpo sobre mí, ahogándome, envenenándome, alimentándome, desquiciando mi mente con tus recuerdos, y vuelvo al manicomio de no saber de tí, de esta hambre insaciable que amenaza con destruir todo a su paso, de la necesidad enferma de tenerte, y la cobardía de no acercarme a tí.

En otras ocasiones soy más fuerte, me armo de valor y salgo a recoger los pedazos que fui dejando; casi no me acuerdo de lo que fuimos y en vez de pensar, camino sin descanso. Mi reflejo no me avergüenza y me siento viva, aún con el vacío que normalmente me atosiga. Es difícil fingir que todo va marchando cuando en mi interior no es así. Llevo meses usando la máscara de lo que todos creen que soy, provocando con ésto que el vacío sólo aumente.

He escrito montones de cartas que no termino jamás, que no te envío porque después de un tiempo esa angustia se va, porque llego a pensar que como siempre, hago tormentas en vasos de agua (más bien, en caballitos de tequila), y me siento parte de este mundo otra vez, aunque sea por un ratito.

La crisis esta vez ha durado más de lo esperado, y la pregunta de antaño sigue flotando en el aire:
¿Por qué tú?

No hay comentarios:

Publicar un comentario