Ceguera

No se trata de un reclamo, ni pretendo por ningún motivo que te sientas incómodo, que me mires con recelo o pienses, que al igual que los otros, también yo te juzgo.
Tómalo más bien como la petición de una amiga, un consejo que pretende no atorarse en tus oídos y cimbrar tu corazón. Es que la razón no es lo que me mueve, sino la certeza de que te estás haciendo daño, y por lo tanto me hiere a mí.
Yo sé que te consumes por el rabillo del ojo, que se destila por tus poros la joven ansiedad por tu futuro. Sé que el pulso te tiembla cuando más seguro estás de lo que haces, y que las alas de cera que tan celoso guardas, desatarán huracanes si alguien trata de tocarte.
Sé que las peores cicatrices son las que no me presumes, cuyas historias finges te enorgullecen y relatas cual si de mitos se tratasen.
No hay verdad en tus palabras; yo te he visto vulnerable y aterrado entre mis brazos. Te he observado desde lo alto tratando de no enredarme entre tus redes, pero ahora me evaporo con tu sangre, dispuesta a entregarme a tu viciosa mentira y también cegarme.
Quizá, al clímax de nuestras vidas, sólo quede el brillo de la rosa que adorna mi falange.

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