Ahora bien, lo que me trae aquí es una simple necesidad de desahogo. Ya cuento los días para volver a casa (hogar suena muy cursi), las semanas que faltan para despedirme (quizá / lo más probable) parcialmente de aquí, de sus calles extrañas e incómodas para caminar, de su clima caluroso, de su gente francamente difícil de tratar (vale, la extranjera soy yo :P), y de las tortas ahogadas.
La señora con la que vivo me dijo que iban a extrañarme (su familia y ella, supongo), pero que yo también los extrañaré (suena a maldición, ¿a que si?), y me quedé pensando qué tan fuerte podría ser ese sentimiento. Es decir, han sido dos años que se me han ido bastante a prisa, donde creo yo que he aprendido muchísimo, tenido de experiencias a más no poder, reído, llorado, disfrutado y padecido.
A final de cuentas todo esto es parte de un proceso (de crecimiento me imagino, ¿o yo qué coños sé?), y que extrañe o no este sitio y lo que él conlleva dependerá del tiempo, de mi situación después de, de qué tanta falta me hará ver a la gente a la que estimo (léase: profesores, amigos y conexos), o de cualquier otro factor que por ahora escapa a mi imaginación.
Sé que añoraré esta habitación que pinté de rojo, puesto que ya la sentía como mía; pensaré seguido en las diferencias que hay entre la comida de mi madre y la de la mamá de a "mentis"; en todos los lugares bonitos que nunca pude fotografiar; en todas las cosas que me sucedieron aquí, en el centro, en la central, y en otros lugares que no mencionaré porque quien debe, sabe a qué me refiero.
Aún no canto victoria, puede que en el último momento me digan "siempre no" y tómala que me dejan aquí varada con todo y cosas :P (papá: si te creo capaz), pero la esperanza de ver amanecer muy pronto en el lugar que tanto amo, me da nuevas alas y renueva mis ganas de gritar:
¡HE VUELTO!
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